No suelo leer cuentos mexicanos de terror, a pesar de que es un género que me gusta mucho. No sé por qué, pero tengo una teoría: no hay muchos libros del género como yo quisiera y además me entero casi por casualidad de su existencia. En este caso, la culpa la tiene una booktuber (Sputnik) que adora al escritor y la señora que estaba atendiendo en Editorial Almadía durante la FIL Minería hace unas semanas, que me convenció en menos de cinco minutos que gastar mi dinero en Mar Negro, de Bernardo Esquinca, era la mejor compra que podía hacer porque el libro estaba buenísimo. Y no se equivocaba.
Las páginas de Mar Negro tienen distintos cuentos de terror, casi todos ambientados en la Ciudad de México o alguna parte del país. Me hicieron visitar lugares y acontecimientos conocidos, porque Bernardo Esquinca incluso escribe un cuento que tiene lugar el 2 de Octubre de 1968 y los días posteriores; de allí, podemos ir hasta los tiempos de Cortés y la conquista y pasearnos por Chiapas para encontrarnos toda clase de bichos extraños, como tarántulas de ocho patas, por ejemplo. Es un libro que toma los elementos del terror que ya conocemos y los adapta, los mueve a su antojo, cambia la historia a su antojo y a su necesidad. ¿Quién no ha escuchado historias de muñecas endemoniadas? ¿Quién no ha visto vampiros que salen por la noche a beber la sangre de inocentes y sólo pueden ser asesinados con una estaca?
La manera de escribir de Bernardo Esquinca es muy sencilla: va al grano. No tiene necesidad de enredarte en sus palabras para que mueras de nuevo. En vez de contar las cosas, las muesta, algo muy importante cuando se quiere causar cierto impacto en el lector que no es necesariamente miedo, pero sí cierta incomodidad, duda. Algunos cuentos tienen finales agridulces, otros son felices (lo más felices que pueden ser los cuentos de terror), algunos se quedan a la interpretación del lector.
Cuentos como estos son los que a veces le hacen falta al terror mexicano, un género que no es malo, pero sí bastante invisible. Yo volveré a visitar las palabras de Bernardo Esquinca alguna vez, en este libro o en otro, porque si un escritor puede hacerme sentir incomodidad y un poco de miedo cuando está escribiendo terror sin recurrir a descripciones con mucha sangre, es un buen escritor. Bernardo Esquina es bastante sutil: va dejando caer las cosas poco a poco, enredando a sus personajes en la trama y a los lectores con ella. Así que reafirmo lo que dije al principio de este párrafo: Mar Negro es un libro que el terror mexicano necesita.