Personas por las que ir al cine puede convertirse en un Infierno

A casi todos nos gusta ir al cine. Es indiscutible. Hay algo de especial en la inmersión que causan las enormes imágenes en la pantalla y el aura oscura que rodea a los espectadores que van a divertirse o a deprimirse o a olvidar sus problemas o a sentirse mejores consigo mismos por estar al tanto de los últimos estrenos.

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Por supuesto, uno siempre va con el afán de pasar un buen rato y, sin embargo, nunca falta la persona en la sala que no conoce las reglas de etiqueta del cine. Sí, todos lo hemos visto, ese personaje molesto a quien no le aventamos nuestras palomitas en la cara solo porque a) somos pobres y no compramos palomitas; o b) nos han enseñado a ser tolerantes… bueno, no-violentos. Aquí, la lista de los que yo considero los clásicos tipos molestos en el cine (no precisamente en orden de importancia):

El pezuñas

Una cosa es entrar tranquilamente con tu hotdog, tus palomitas y tu refresco a la sala y comerlas en silencio, sin molestar a nadie. Pero nunca falta quién entra a la sala con  una bolsa de chicharrones que truena cada vez que una mosca se para sobre ella, o quienes sorben el popote como si de verdad les hiciera falta aire. Incluso este panda come con más propiedad:

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El incómodo

Aquí distingo tres tipos de persona: el que llega tardísimo a la sala y te interrumpe cuando ya estás bien entrado en la trama para que lo dejes pasar a su lugar. Similarmente, el vejigapequeña que no fue al baño antes de la función y tiene que salir y regresar (y luego anda preguntando qué se perdió). Por último, el tipo que trae unos pantalones súper ajustados (o algún motivo equis) y, por lo tanto, anda revolviéndose en su asiento como Sid en la piedra. Este último individuo siempre termina por patear tu asiento de enfrente, sacándote temporalmente de aquel mundo fílmico en el que estabas sumergido.

 

La parejita

No voy a generalizar. Claro que hay parejas que van al cine a ver las películas (y a dejar que los demás las vean), pero hay otras que van a aprovechar que hay oscuridad y que todo el mundo tiene la vista al frente. Quizá no se percatan de que también existe algo llamado vista periférica y que los movimientos de manos siempre atraen atención, inevitablemente. Además, los sonidos de choques de labios con saliva y lengua no son muy discretos que digamos.

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El equivocado (de género)

Nada sobre sexualidad. Pasa que estás viendo un thriller que te tiene sentado al borde del asiento (por usar el lugar común, aunque yo jamás he visto a nadie sentado al borde de su asiento, quizás porque ahora son más cómodos que cuando se acuñó aquella expresión) pero un tipo seis butacas más allá tiene la impresión de estar viendo una comedia. Entonces, cada que pasa algo terrible en el filme, el tipo se ríe y provoca que los demás no sepan qué carajos hacer, porque quizás debería ser gracioso, y… bueno… uno se siente ignorante. Claro, la mayoría de las películas, por más “serias” que sean, tienen un elemento de alivio cómico… pero hay que saber diferenciar. No todas las películas son cómicas. Neta… 

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El comentarista (o Martinoli del cine)

Uno de mis favoritos. No porque lo disfrute, sino porque éste es infalible. Siempre existe: es el alfa, el omega y lo de en medio de la historia del cine. Aunque tú también la estés viendo, te narra la película desde su butaca. Hace comentarios del tipo “¡Ah! ¡Es su papá!” (justamente cuando Darth Vader le acaba de confesar está terrible verdad a Luke) o “se está abrochando la camisa porque va a salir a la calle”. Bueno, yo en lo personal no me abrocho la camisa cuando estoy a punto de meterme a la cama o a bañar, pero gracias por la útil información. También hace preguntas sobre cosas que acaban de pasar o que todavía no podemos saber. Ejemplo: “Pero ¿por qué lo mató?” R: “Bueno, no sé, es la primer secuencia de la película. Quizá si vemos TODA la maldita película nos enteremos más tarde.”

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El roncador

Casi nunca falta el que se queda dormido. El acto en sí mismo no tiene nada de despreciable, y hasta es comprensible: todos necesitamos el descanso. Además, ya hemos hablado de la comodidad de algunos asientos y el ambiente oscuro de las salas de cine que no sólo incitan a actos ilícitos (en el espacio público) sino a descansar. Lo malo es cuando la persona comienza a roncar. No pasa nada si estás viendo una película de monstruos o de aliens, pero supongamos que estás viendo Billy Elliot (en el caso hipotético de que la vuelvan a pasar en el cine). Entonces sí es necesario sacar las palomitas (que no compramos porque somos pobres) y probar nuestra “vieja puntería”.

El adicto

El siglo pasado fue el de la cocaína y el LSD. Éste, más bien, es el de la tecnología. Parece ser que estar cinco minutos sin revisar tus redes sociales causa tanto terror cómo la chancla de una madre o Nosferatu en sus tiempos. En la sala de cine, nunca falta el tipo que cada cierto rato prende su celular para contestar el WhatsApp (o Telegram, dependiendo del nivel de hipsteridad) o que contesta una llamada a mitad de la película. Yo no sé si sepan que su celular tiene una luz integrada en la pantalla que no sólo ellos pueden ver  y que es molesto para la audiencia que está detrás de dicho sujeto. También pueden ponerlo en silencio, si son tan amables.

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El hater

El hater es aquel qué nada más se está quejando de los demás espectadores y callándolos a cada rato. También hace su trabajo de odiar desde el ordenador en su casa y escribe entradas sobre cómo las personas no saben ir al cine y cómo lo ideal sería tener un cine privado con un solo asiento.

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Todos hemos hecho alguna vez alguna de estas cosas (o conocemos a alguien que las hace) y espero que estemos arrepentidos. Les recuerdo que no están en su casa (por más cómodos que estén los asientos), sino en un espacio público y hay que comportarse como tal. Ya lo dice la regla de oro: “trata a los demás como quieres que te traten” y bueno, a nadie nos gusta que nos molesten en nuestra agradable experiencia estética fílmica. Sí, bueno, me van a decir: “ pos si no te gusta, vete a tu casa, ese”; pero les recuerdo que todas estas cosas contra las que me quejo también las pueden hacer en sus casas, sin molestar a nadie más. Quiero decir: sí, comenten, coman, bésense, ríanse, muévanse, duérmanse y revisen sus mensajes en el cine, pero traten de hacerlo lo más disimuladamente posible, teniendo un poco de respeto por el espacio y la concentración del prójimo, que ha ido al cine a pasar un buen rato.

 

Siéntanse libres de comentar acá abajo sobre qué otro tipo de persona molesta se han hallado en el cine.

Autor: Goveawood

Músico en proceso. Escritor amateur. Lector obsesivo. Cinéfilo de clóset. Si necesitan saber algo mas, pregunten.

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