Intento sobrevivir en un mundo de 50 sombras de Grey

O Crónica de un bodrio anunciado. Parte 1.

Sí, ya sabemos que odias a muerte la película del momento 50 sombras de Grey, y que es softporn barato para señoras de la mediana edad insatisfechas porque la vida no las premió con un hombre sobrehumano que supera toda expectativa y que su única realidad yace en la mente de aquellas que idealizan el amor de una forma hiper-romántica que rebasa nuestro plano social y mundano.

No existen hombres como el señor Grey, así como no existen guapos, encantadores, atractivos y brillantes vampiros como Edward Cullen. Fantasmas del hombre ideal que sacian la necesidad de una realidad viril inexistente.

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Desde un punto de vista filosófico, 50 sombras de Grey es, de hecho, equivalente al porno que ven los hombres. Donde las mujeres que se muestran sin ropa perpetuando el acto sexual, se comportan de una forma tal que las mujeres que habitan a nuestro lado en la cotidianidad nunca lo harían. Y es por eso que los hombres esperan que se comporten como bestias insaciables en la cama, lo cual puede resultar en terribles desilusiones y fracturas en las relaciones. Así las mujeres esperan que los hombres se comporten como los personajes de estas películas en cuestión y pueden llevar al mismo cause sentimental.

Así que aquí me encuentro yo, a casi una semana después del estreno, viendo como la gente se queja en las redes sociales, y al mismo tiempo sucumben ante el morbo y van a depositar su dinero en el entretenimiento fílmico de una película de la cual salen insatisfechos porque saben que es mala, la crítica lo ha dicho, por todos lados, pero prefieren ver con sus propios ojos y crear su propia opinión, así alimentando al box-office de Hollywood, permitiendo que barbaridades fílmicas de la misma magnitud se repitan, se aprueben y se reproduzcan. Como bien dicen “No hay tal cosa como la mala publicidad” buen ejemplo es esta película. Es por eso que en esta ocasión me alimento de la idea de aprender de la experiencia de otros, para no caer ante la tentación de pagar por una mala historia con protagonistas de plástico.

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Me he mantenido, pero ¿Seré capaz de soportar la presión social? Gracias al cielo tengo una pareja que no se siente motivada por películas de tal índole, de no ser así tal vez mi destino sería distinto. Seguiré, mientras tanto, tratando de entender como funciona el fenómeno social que se ha despertado, el tren del mame –al cual ya me he subido con este artículo– lo llamarían otros, ver hasta donde va a parar… o estrellarse.