Después de 3 años de ausencia, vuelve a la pantalla grande el oso que rompió expectativas con su historia llena de magia, amor, risas, y muchas drogas. Ted 2 es la continuación a las aventuras de John Bennet (Mark Wahlberg) y su mejor amigo Ted (Seth MacFarlane) el oso que cobró vida mágicamente. Una cinta que al igual que la primera, está repleta de parodias, referencias a la cultura pop y autocríticas, algo ya característico de las obras de MacFarlane.
La cinta abre con la boda entre Ted y su novia Tamy-Lynn (Jessica Barth), y con la noticia de que John se ha divorciado. Los recién casados llegan a la decisión de tener un bebé pero el problema radica en que para ser padre, Ted debe ser reconocido ante la ley como “una persona”, lo que los lleva a conocer a la abogada Samantha Jackson (Amanda Seyfried) que los ayuda a pelear por sus derechos civiles.
La historia es simple y se desarrolla de la manera más coherente posible, sin embargo, es demasiado predecible y reutiliza muchos elementos de su predecesora, lo cual se torna aburrido hacia la segunda mitad de la cinta. El humor negro sigue presente, aunque un poco bajado de tono al utilizado en la primera. Si son fans de los chistes de mal gusto, Ted 2 no decepciona.
El apartado visual es muy interesante, algunas tomas están hechas para parecerse a un sitcom de los 80’s o 90’s, todas las referencias a la cultura pop e inclusive a otros trabajos de MacFarlane están muy bien implementadas, y al igual que la primera, la banda sonora es una gran acompañante de éstos elementos.
Las actuaciones son bastante decentes, en este caso quienes sobresalen son los personajes femeninos, que toman mucha más importancia y por momentos opacan por su consistencia a los protagonistas. Repletos de clichés, y burlándose de ellos mismos, fungen como un elemento humorístico más.
En general, Ted 2 es agradable y divertida, una película bien lograda con el mero propósito de entretener, sin embargo, no supera a la original. Repetir la fórmula no es necesariamente malo, pero le resta algo del encanto que tuvo la primera parte, y pone en duda lo atractivo de una secuela.
